martes, 27 de octubre de 2009
"El reconocido artista Juan Manuel Echavarría explicó, para el caso de una exposición anterior, su interés en la estética para atraer y atrapar al espectador. “Una vez seducido, llega lo fuerte, la historia detrás”, sentenció. Podríamos agregar, en esta ocasión, que las escenas pintadas en acrílico ayudan a construir la memoria que se nutre de todas las historias. Quizás esta sea una buena oportunidad para ahondar en eso que los teóricos denominan memoria histórica"
ELESPECTADOR.COM
viernes, 9 de octubre de 2009
LA GUERRA QUE NO HEMOS VISTO
LA GUERRA QUE NO HEMOS VISTO
Un proyecto de memoria histórica
Las noventa pinturas incluidas en la presente muestra han sido realizadas por 35 hombres y mujeres que participaron en la guerra colombiana. Pertenecieron a grupos paramilitares, a movimientos guerrilleros o al Ejército Nacional. Todos fueron soldados rasos, hoy desmovilizados ya fuese por la Ley de Justicia y Paz, por haber desertado o por haber sido heridos en combate.
A lo largo de dos años ellos pintaron sus experiencias personales; ilustraron la tragedia de los campesinos, el despojo de tierras y los desplazamientos forzados; escenificaron la crueldad, plasmando un repertorio doloroso de episodios de violencia que en Colombia, desde hace muchos años, discurren junto a la vida diaria confundidos con la normalidad.
La paz en Colombia a menudo parece estar condenada a una historia de derrotas. Que los hechos narrados en estas pinturas coexistan con la institucionalidad democrática, pareciera estar refrendando ese camino de capitulaciones.
En los talleres auspiciados por la Fundación Puntos de Encuentro a instancias del artista Juan Manuel Echavarría, ochenta desmovilizados pintaron 420 cuadros. La selección que exponemos hoy en el Museo de Arte Moderno de Bogotá es un intento de alterar el tejido cultural que ha “normalizado” la violencia en Colombia, a través de una propuesta artística que apunte a desestabilizar esa construcción social del silencio, la retórica y el olvido.
Estos excombatientes pintaron voluntariamente y bajo el entendimiento de que sus trabajos serían exhibidos, con el propósito de acercar la guerra que no hemos visto y, si es posible, ampliar el debate que hemos tenido.
Al espectador que se vea confrontado con estas pinturas se le hará evidente que estos testimonios no hubieran sido posibles sin la intermediación del arte; que fueron las características del lenguaje plástico y el uso de las herramientas de representación los que habilitaron mucho de lo dicho. Incluso la falta de un entrenamiento profesional contribuyó en este caso. El uso aleatorio de códigos visuales permitió simbolizar lo que se quiso decir y también lo que se dijo sin querer. La ingenuidad del lenguaje, la fricción entre forma y contenido, lejos de empequeñecer la tragedia, la hizo más evidente.
Pero estas pinturas, que ameritan lecturas desde distintos puntos de vista, también nos interrogan sobre los límites de la palabra a la hora de conjugar la verdad. Por eso es que construimos la muestra alrededor del vacío de la palabra, para enfatizar su ausencia, ponerla en tela de juicio y volverla un contenido para debatir.
El libro que acompaña la exposición intenta recoger las perspectivas del psicoanálisis, la historia del arte, la antropología y la geografía social, como para iniciar un proceso de estudio y de comprensión de los hechos.
Sin duda, las pinturas tienen la relevancia necesaria para ser parte del patrimonio histórico de Colombia, de la edificación sociocultural de su memoria. En esa medida, es nuestra esperanza que también sean partícipes de la derrota de la guerra.
Ana Tiscornia – Curadora de la muestra.